domingo, 21 de agosto de 2016

Unos Juegos diferentes #Rio2016

Cuatro años esperando este momento. Personalmente, me costó despedirme de algunas gimnastas tras Londres y he notado grandes ausencias como las de Kanaeva, Maksymenko y Dmitrieva. Siempre es difícil volver a reengancharse a la gimnasia cuando ves que tus ídolas se retiran de la alta competición, pero Rizatdinova me lo puso muy fácil.


Después llegó la gran sorpresa rusa, una jovencísima Yana Kudryavtseva que se ganó el cariño y respeto de todos con ejercicios fluidos, una tipología admirable y la aparente facilidad con la que realizaba recogidas imposibles y se deslizaba por el tapiz. Desde ese oro en el Europeo de 2013, Kudryavtseva se convirtió en el ángel de alas de hierro, apodo debido a su capacidad para templar los nervios.


A lo largo del camino hemos conocido a más gimnastas maravillosas. Moustafaeva, con estilo bielorruso y unos montajes muy interesantes que se desmarcan del resto. Mazur, una bailarina de cajita de música con giros preciosos y unas condiciones corporales innatas. Yusifova, que nos conquistó con su pelota de 2013 y se despidió de los tapices demasiado pronto debido a una lesión, sin poder saborear el sueño olímpico. Su compañera de equipo Marina Durunda, una preciosa gimnasta que ha ido perdiendo algo de luz en los últimos años.  Pazhava, una gimnasta diferente con coreografías emocionantes que demuestran que la rítmica tiene mucho camino por recorrer aún en cuanto a innovación (y no hablo de las flores, trenzas o maillots recargados de las rusas; eso no es gimnasia, sino más bien exageración). Halkina, con la que muchos hemos vuelto a disfrutar y sufrir por partes iguales de la gimnasia, haciendo sombra a Melitina y demostrando que Bielorrusia tiene un relevo impresionante para 2020.


Llegaron los Juegos y era como ver algo y creer que es un sueño. “Mañana me levantaré y empezará de verdad”, pensaba. Supongo que muchas gimnastas tenían esa sensación, la de haber esperado un momento durante tantos años y no ser consciente de que está ocurriendo. Kudryavtseva, la favorita de años atrás, era criticada por fallar y mostrarse seria durante el transcurso de la competición. Lejos quedaban atrás los elogios a la niña que en 2013 hizo historia y desde entonces consiguió todos los oros posibles en cada competición a la que acudía. Atrás quedaron los cuatro casi impecables ejercicios realizados por Kudryavtseva en Stuttgart con un pie que apenas le permitía andar. Muchos han cuestionado sus ganas de seguir compitiendo, su falta de ilusión, pocos saben que fue ella y no Viner la que quiso competir en Alemania para ganar su plaza olímpica y colgarse otra medalla. 


En Río la hemos visto sufrir, con ambos pies vendados y fallando en tres aparatos durante la clasificación. Sin duda, competir menos este año para prevenir las lesiones le ha pasado factura en cuanto a nervios. Y me pregunto, ¿cómo espera la afición que muestre felicidad una gimnasta que se juega el oro, que compite con ambos pies vendados soportando dolor y que tiene la presión de representar a nada más ni menos que a Rusia? Yo no me tomo sus caras de concentración como una falta de respeto ni la llamaría frívola o calculadora, desde luego. Un fallo en mazas le impidió colgarse el oro, no hubiera sido justo que la nueva campeona olímpica subiera a lo más alto con ese error. Por mucho que nos guste su estilo de gimnasia, Yana no mereció el oro ayer y si analizamos la regularidad de otras gimnastas que quedaron por detrás de ella realizando ejercicios perfectos, quizá hasta podríamos cuestionar su plata. Como ella misma dijo en instagram, "con vuestras sonrisas, lágrimas y aplausos, esta plata brilla como un oro". 


Staniouta ha sido, desde que la vimos competir en Mie 2009, una gimnasta a tener en cuenta. Su relevé ha bajado con los años, pero su personalidad en el tapiz ha crecido, su saber estar, su elegancia, su regularidad y tenacidad luchando a pesar de encontrarse la gran mayoría de ocasiones en el cuarto puesto. Fue a Río a por la medalla, así lo demostró reclamando nota en la primera rotación de la final, luchando con Son y Rizatdinova por el ansiado bronce. Parecía que los resultados estaban a su favor, hasta que dos incomprensibles caídas en el ejercicio de mazas la alejaron del tercer puesto. La vimos llorar, ¿quién no quiso abrazarla? Estos han sido sus segundos Juegos gafados, en Londres ni siquiera pasó a la final. Espero y deseo que no se retire y siga una temporada más para finalizar su carrera con una competición de medalla, no merece menos.


Pazhava no llegó a la final y el milagro es que pudiera competir con un pie fracturado. Lloramos con ella y su entrenadora, ¡ya es mala suerte lesionarse así en unas olimpiadas! Pero a pesar de todo, sabemos que hubiera estado en la final, que sus coreografías son de lo mejor del panorama internacional y que su vuelta a la competición será de las más esperadas. Gracias Salome por enseñarnos lo que es la entrega, el compromiso y el amor a la gimnasia. 


Rizatdinova consideró ser un fracaso para Ucrania al finalizar décima en Londres. Si no fuera por Ireesha no hubiera regresado a la competición, y cómo nos alegramos de que lo hiciera. En 2013 fue imparable, brilló en el Mundial de Kiev y la guerra civil de su país no impidió que compitiera con cabeza en 2014. Dijo que dedicaba estos JJOO al público y al equipo que la ha apoyado estos años, y la verdad es que no ha decepcionado. La hemos visto mejor que nunca, con unos giros perfectos, sin regalar una décima, demostrando su afán por llevar a Ucrania la medalla que no pudo en Londres. Y el sueño se hizo realidad.


Que Mamun es el ojo derecho de Viner no es ningún secreto. Siempre ha tenido buenas palabras para ella: una gimnasta que nunca llora en los entrenamientos, dulce, expresiva, que compite con corazón... La hemos visto a la sombra de Kudryavtseva hasta esta temporada, en la que ha mostrado ser la rusa más regular. No importan las condiciones de Soldatova o las Averinas, Mamun ha sido la única capaz de realizar competiciones limpias este año. Puede gustar más o menos su trabajo, tendrá más carencias técnicas que Yana, pero si nos basamos en lo que vimos en la final, Mamun merecía estar por encima de su compañera indiscutiblemente. Puede retirarse con la cabeza bien alta y satisfecha de su paso por la gimnasia, ha dejado huella con estela dorada.


Estos han sido unos Juegos diferentes en muchos sentidos. Nadie habría imaginado los grandes fallos de Kudryavtseva y Melitina, la lesión de Salome, una final tan imprecisa de Moustafaeva, que Soldatova vería la competición desde la grada cuando meses antes se proclamaba campeona de Rusia...


En un abrir y cerrar de ojos han pasado otros Juegos y muchas gimnastas nos dicen adiós. Seguramente esta haya sido la última competición para Mamun y Kudryavtseva, que por veteranía y lesiones no continuarán hasta 2020. Ambas tienen novio y lucen anillos como Kanaeva en Londres 2012, ¡quizá pronto las veamos casadas! Carolina Rodríguez ha puesto el broche de oro a su carrera con diploma olímpico en sus terceras olimpiadas, ¿puede haber mejor final para esa historia de tanto sacrificio y amor a la rítmica?


El conjunto español nos ha llevado a lo más alto, más arriba del oro, haciéndonos recobrar la esperanza en la gimnasia. Tras años peleando por estar ahí, buenos y malos momentos, el gran número de medallas conseguidas en copas del mundo y mundiales, las notas bajas, las lesiones... El trabajo de muchos años se ha visto recompensado, quizá este sea un punto de inflexión para que los medios respeten más a nuestro deporte. Que esta medalla nos haga crecer en cantidad y calidad, que seamos más los pegados al ordenador siguiendo las competiciones, que los clubes se llenen de niñas enamoradas de esa samba que vieron bailar al conjunto, que no sólo hoy se celebre la plata que tanto ha costado obtener. Lo único que tiene de minoritario este deporte es la poca difusión que le dan los medios.


Es inevitable sentir un bajón tras tantas emociones fuertes; hemos vivido largas jornadas con el corazón palpitando en la garganta, los dedos cruzados, repitiendo mentalmente los ejercicios junto a ellas. Este vacío que nos deja el final de Río 2016 pronto se llenará con una nueva generación de gimnastas dispuestas a hacer historia como sus antecesoras. Es momento de despertar con un nuevo sueño olímpico, nos quedan cuatro largos años que empiezan a contar desde hoy. Sufriremos, lloraremos, volveremos a enamorarnos de la gimnasia por enésima vez... Y en 2020 veremos unos nuevos Juegos, unos Juegos diferentes. Como todos ellos lo son.

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